La revuelta íntima parte de la constatación de una triple crisis que caracteriza nuestro presente. Una crisis intrapsíquica, social y ecológica. Una crisis que es la constatación, en el fondo, de un olvido, de la priorización de un tipo y forma de conocer y ver el mundo que ha decantado toda su riqueza hacia la mera racionalidad, marginando su también dimensión meditativa o imaginativa. Una triple crisis que debe ser entendida como la repercusión de una determinada forma de estar y vivir en el mundo y, por tanto, de un concreto paradigma que funda nuestra actual cosmovisión o cosmología.
Describir el paradigma que funda nuestra manera de estar en el mundo tiene repercusiones, tanto porque se constituye como forma de denuncia (y, como veremos, de denunciarnos), como porque permite un distanciamiento que no es neutral, esto es, que permite y facilita una nueva mirada. Este desajuste, posibilitado por las inmensas brechas que abre de forma constante nuestro paradigma, es fundamental y el segundo de los motivos de este libro.
Es preciso hacer hincapié en la necesidad de una revuelta íntima que incida en las repercusiones de esta forma de estar en el mundo; capaz de ofrecer otro paradigma en la forma de estar, pensar y relacionarnos con el mundo; que desfunde la mentira de una banal felicidad; que atienda a la necesidad de un recorrido de autoconocimiento para reconocer los relatos a través de los que se funda la identidad; que recupere el lazo con el otro y el mundo; y que sea, efectivamente, íntima, esto es, desde nuestro fuero interno, capaz de cuestionar los modos de relación con nosotros mismos, con honestidad, atendiendo al momento emocional de cada cual, desde la vulnerabilidad y colocándonos los unos con los otros de igual a igual, recuperando la dimensión de cuidado ligada, íntimamente, al ser humano. Capaz, también, de contraponer a la excesiva positividad de nuestro presente y a su tendencia a visibilizar y exteriorizar toda la realidad, una interioridad que sea tanto punto de reposo, libertad y centro.
Para cambiar nuestro mundo, hemos de cambiar nuestra forma de pensar, hemos de abandonar la cosmología que fundamenta una relación con el mundo y con nosotros mismos enajenadora. Para cambiar al mundo, hemos de cambiarnos nosotros también, aunque este cambiar, matizo, sea, propiamente, un recuperarnos.
¿Nos atrevemos?
*Extractos del libro La revuelta íntima del corazón. Ed. Singlantana, Barcelona, 2021.