El cansancio tiene un gran corazón.
Maurice Blanchot
Es la nuestra, una sociedad del no parar. Nos habitan obligaciones, créditos, amenazas, miedos. Nos movemos por ellos y a través de ellos, buscando, sin encontrarlos, momentos de sosiego, seguridad y templanza. Es nuestro Yo, esa veleta que izamos para capear nuestro día a día, un islote movedizo necesitado de eslóganes para surfear y, siendo tan precarios, requerimos multitud de estímulos, novedades, propósitos y un largo etc.
Byung-Chul Han nos caracteriza como una sociedad del rendimiento. Un nosotros predador de estímulos y estimulantes para vivir o, más bien, hacer el intento de sobre-vivir (de pasar de puntillas por la vida, como podemos). Es la suya una rápida mirada sobre un tema harto conocido en el que delimita y actualiza la forma de caracterizarlo. Es cierto que no somos, sólo, la sociedad disciplinada de Foucault o que no iría mal una lectura pausada de W. Benjamin como, tampoco, recuperar el pensamiento de Merleau-Ponty. No obstante, a través de esta mirada fugaz de actualización, lo que pretende el filósofo es contrarrestar el rendimiento con la figura del cansancio.
Recogiendo el legado de Handke, señala el cansancio como el movimiento opuesto al rendimiento, en el que uno puede aflojar sus controles y exigencias, que “permite el acceso a una atención totalmente diferente, de formas lentas y duraderas que se sustraen de la rápida y breve hiperatención”, un vibrar diferente a través del cual pueda emerger otro ritmo, quizás más acorde con la propia vida que nos permita encontrar al Otro (“Cuando el Yo se aminora, la gravedad del Ser se desplaza del Yo al mundo”) y al Mundo.
El pequeño libro es una buena invitación para flexionarnos sobre nosotros mismos y reconocernos en sus páginas, sin embargo, a nuestro parecer, carece de profundidad y radicalidad. Quizás la pregunta que más echamos de menos es la del por qué y aquí os dejamos algunas:
¿Por qué somos una sociedad del rendimiento?
¿Por qué hemos interiorizado y somos el motor, nosotros mismos, de la polaridad opresor-oprmido?
El autor contrapone al rendimiento la figura del cansancio. El cansancio sólo aparece tras un esfuerzo y se desvanece cuando uno descansa. ¿Es suficiente, entonces, el cansancio para contrarrestar nuestro rendimiento o es, sólo, una prescripción para sostener la eficiencia del sistema?