En los últimos años, hemos sido testigos de un auge en los servicios y productos relacionados con la salud mental, desde aplicaciones de meditación hasta terapias en línea y talleres de desarrollo personal. Aunque estas herramientas pueden ser útiles, también existe un riesgo evidente: la mercantilización de un aspecto fundamental de la vida humana. ¿Qué sucede cuando la salud mental se convierte en un producto más en el mercado capitalista?
El Problema de la Superficialidad
Una de las críticas principales es que muchos de estos servicios están diseñados para ofrecer soluciones rápidas y superficiales, que prometen aliviar la ansiedad o aumentar la productividad sin abordar las causas profundas del malestar. Por ejemplo, aplicaciones que gamifican la meditación pueden fomentar el uso regular, pero rara vez invitan a los usuarios a reflexionar profundamente sobre sus emociones, valores o contexto social.
La filosofía, por el contrario, nos recuerda que el bienestar no es una meta alcanzable en pasos rápidos. Platón advertía sobre las "opiniones sin fundamento", enfatizando que una vida plena requiere un compromiso serio con la introspección y la búsqueda de verdad.
Individualización del Malestar
Otra preocupación es cómo estos enfoques tienden a individualizar los problemas. En lugar de reconocer que el malestar mental a menudo tiene raíces sociales y estructurales —como la precariedad laboral, la desigualdad o la soledad—, se les presenta a los individuos como si fueran fallos personales que deben resolver por sí mismos.
Aquí es donde el pensamiento filosófico puede ofrecer una crítica potente. Karl Marx, por ejemplo, analizaba cómo el sistema capitalista aliena al individuo de su propia esencia, creando condiciones que promueven la insatisfacción y el aislamiento. En este contexto, buscar soluciones exclusivamente individuales es, en el mejor de los casos, insuficiente y, en el peor, una forma de perpetuar el problema.
El Peligro del "Bienestar Obligatorio"
La cultura moderna, impulsada por el marketing, ha convertido el bienestar en una obligación. Hay una presión constante para estar "bien" y ser productivo, incluso cuando enfrentamos situaciones difíciles. Esta tendencia ignora que emociones como la tristeza, la ira o el miedo son respuestas naturales a ciertos eventos y tienen su propio valor.
Nietzsche criticaba ferozmente las normas sociales que intentaban domesticar el espíritu humano y convertirnos en conformistas. Su llamado al "superhombre" era una invitación a aceptar nuestra complejidad emocional, en lugar de someternos a ideales de felicidad artificial.
¿Qué Alternativas Existen?
La solución no radica en rechazar todas las herramientas modernas, sino en usarlas críticamente. Necesitamos servicios de salud mental que integren enfoques más profundos, donde las personas sean vistas en su totalidad: como individuos, pero también como seres sociales inmersos en contextos históricos y culturales específicos.
El pensamiento filosófico puede y debe ser una parte fundamental de este enfoque. Nos invita a no conformarnos con soluciones fáciles y a cuestionar las narrativas dominantes que promueven el bienestar como un producto más. Como decía Simone de Beauvoir, "la libertad de un individuo está intrínsecamente ligada a la de los demás". Tal vez, una salud mental más auténtica comience por entender que no estamos solos en esta lucha.