Eliade comenta que el hogar es la intersección de dos líneas, la vertical y la horizontal. El plano vertical tiene cielo, o el mundo superior, en un extremo, y el mundo de los muertos en el otro extremo. El plano horizontal es el tráfico de este mundo, moviéndose de un lado a otro, nuestro propio tráfico y el de los numerosos otros.
El hogar es un lugar de orden. Un lugar donde el orden de las cosas se une - los vivos y los muertos-, los espíritus de los ancestros y los habitantes presentes, y la reunión y el descanso de tanto trasiego.
Abandonar el hogar solo puede suceder porque hay un hogar que abandonar. El acto de abandonarlo nunca es una mera separación geográfica o espacial; es una separación emocional, deseada o no. Firme o contradictoria.
Para el refugiado, para el sin techo, la ausencia de esta coordenada fundamental para ubicar el yo tiene unas consecuencias muy graves. En el mejor de los casos, se puede controlar, compensar en cierto modo; en el peor de los casos, una persona desubicada no sabe adónde ir, literalmente, porque no hay un norte real. El hogar es mucho más que un refugio; el hogar es nuestro centro de gravedad.
Un pueblo nómada aprende a llevarse sus hogares consigo, y los objetos familiares se despliegan o se reconstruyen de lugar en lugar. Cuando nos mudamos de casa, nos llevamos con nosotros el concepto invisible de hogar, que es un concepto muy poderoso.
El umbral de la puerta es un espacio mítico. Cruzar el umbral es entrar en otro mundo - el del interior o el del exterior - y nunca podemos estar realmente seguros de los que hay al otro lado de la puerta hasta que la abrimos.
Como la mayoría de las personas, cuando miro atrás, la casa familiar está detenida en el tiempo, o mejor sería decir que ya está fuera del tiempo, porque existe con tanta claridad y no cambia, y sólo se puede entrar en ella por una puerta en la mente.
Los libros, para mí, son un hogar. Los libros no hacen un hogar, son un hogar, en el sentido de que hacemos como con una puerta, abrimos un libro y entramos.
Citas extraídas de Jeanette Winterson, ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?